Refectorio Antiguo
El Refectorio Antiguo del puerto bajo de Solicia era una estructura compleja, un vestigio arquitectónico de los primeros días de la ciudad cuando los seis capitanes originales de la Corte Marina aún se reunían en carne y escama. Ubicado bajo los niveles visibles del muelle, accesible únicamente mediante un paso escondido tras un arco de coral ennegrecido, el Refectorio es de los lugares menos frecuentados en la ciudad. Las paredes, de piedra marina con incrustaciones de hueso de leviatán y símbolos arcanos, parecían haber sido diseñadas por manos distintas, en épocas distintas, cada una obedeciendo a estilos y lenguas perdidas.
El techo de vidrio reforzado por antiguos pactos con criaturas abisales, mostraba un lienzo traslucido que dejaba ver el mar en su esplendor. Desde adentro se veían, como en un espejo quebrado, barcos flotando sobre sus cabezas y sombras marinas cruzando en silencio. Algunas zonas del cristal vibraban, otras se empañaban sin causa, y siempre parecía que algo observaba desde el otro lado. Las columnas que sostenían la sala tenían formas y texturas contradictorias: una era una espiral de molusco seco, otra una hélice de bronce cubierta de runas, otra aún un amasijo de madera rojiza y algas que goteaban lentamente.
Los asientos del consejo formaban un círculo disparejo, hechos de coral, hueso o piedra volcánica, cada uno distinto, como si cada facción —y cada capitán de la corte— hubiera dejado allí su trono. La mesa central era una losa de naufragio envuelta en redes petrificadas y cadenas oxidadas, donde los ecos se repetían con un segundo de retraso, haciendo parecer que siempre alguien más hablaba detrás de quien hablaba. El ambiente, cargado de humedad y salitre, estaba tan impregnado de historia que bastaba respirar para oler antiguas traiciones.